InicioVariedades“Congélenme y despiértenme en 100 años”

“Congélenme y despiértenme en 100 años”

La criopreservación de humanos es una práctica muy cuestionada por los científicos, pero tiene alrededor de 5 mil adeptos en el mundo que pagaron hasta 200 mil dólares. Entre ellos, hay una argentina que se congeló después de morir con la esperanza de que la revivan en el futuro. Su historia

Corría 1986. Rodolfo Goya trabajaba en la Universidad de Michigan y ya investigaba sobre envejecimiento, su área de expertise. Su jefe había recibido un folleto de Alcor, una compañía que impulsaba algo que sonaba a ciencia ficción: se llamaba criopreservación. Por casualidad, antes de que ese folleto se perdiera en algún tacho de basura, llegó a sus manos.

-Me pareció fantástico. Enseguida me interesó y me hice un convencido de que la congelación era el método ideal para curar enfermedades que por ahora no tienen cura. Incluso para ofrecer una segunda oportunidad en un futuro.

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En su laboratorio en La Plata, trabaja con gusanos microscópicos. Los congela y los despierta sin mayores inconvenientes.

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Contra todo pronóstico, la conferencia despertó un interés enorme: se trataba de algo raro, la quimera de morir y revivir 50, 100 o 300 años después. Varios medios de comunicación se acercaron y lo entrevistaron. Goya recibió el mote de “primer argentino en buscar la vida eterna”, incluso del “Walt Disney argentino”. Así, un poco de imprevisto, asumió el rol de difusor local de la criónica.

La primera

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La partida de defunción de Beatriz Bilone marca que murió el 9 de septiembre de 2018, a las 9:30, con 78 años.

Veinte años antes María Entraigues-Abramson, cantante y actriz, había tomado conocimiento de la criónica. No recuerda quién le mencionó la palabra, pero sí recuerda que se abalanzó sobre la poca información que había disponible.

El procedimiento

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1. Si los médicos lo consienten, antes de morir al paciente se le administra heparina, un anticoagulante para que mantenga la sangre fluida.

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2. Una vez muerto, al paciente se le coloca una vía en la arteria carótida y se le infunde una solución criopreservadora para impregnar todo el cerebro con esta solución. También se hace un corte en la vena yugular para eliminar la sangre que vuelve del cerebro.

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3. Se coloca el cadáver cubierto de hielo seco dentro de una caja y se lo envía por avión o vía terrestre al centro criónico elegido.

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4. Ya en el centro criónico, se lo coloca dentro de una bolsa de nylon y se lo cuelga boca abajo dentro de un “termo” gigante llamado criostato, relleno de nitrógeno líquido a -196 grados, donde aguardará por tiempo indefinido.

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