Un grupo de arqueólogos están trabajando en un campo del partido de 25 de Mayo donde se levantó por treinta años la fortificación. Los importantes vestigios hallados ayudan a entender la vida del soldado de frontera, en los tiempos de las luchas contra el indígena. Del malón que lo incendió a las peripecias del ingeniero francés que lo construyó. Una segunda etapa contempla la participación de veteranos de guerra
A simple vista es uno de los tantísimos campos que se destacan en la pampa bonaerense. A simple vista es una tierra que ha sido labrada durante años y que también es aprovechada para pastoreo de animales. Lo que a simple vista no se percibe es que allí, durante un cuarto de siglo, se levantó el fuerte Cruz de Guerra, fiel representante de la lucha en lo que entonces era la frontera de lo que el hombre blanco llamaba la civilización. Más allá todo era dominado por el indígena.
Está ubicado en el partido de 25 de Mayo, a 52 kilómetros de la ciudad cabecera del partido, en el corazón de la provincia de Buenos Aires, y no era el único en la zona. Cerca estaban el Fortín Huetel o Vettel, el Vallimanca, Hombres sin Miedo, Victoria y San Carlos.

Fue construido en 1828 por el ingeniero francés Narciso Parchappe, a instancias del gobernador Manuel Dorrego y por influencia de Juan Manuel de Rosas, el hombre fuerte de la campaña bonaerense. Levantado a la vera del Camino a Salinas Grandes, en las cercanías estaba la toldería del cacique borogano Mariano Rondeau.








Además se halló una moneda de 1828, balas de cañón, un proyectil de plomo y pipas de caolín.

