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Sus visitantes habituales dicen que “los ignorantes y los haters la vinculan con la promiscuidad y la perversión”.
Al los “chihuahuenses” no les gusta la intromisión y menos la divulgación. No les gustan varias cosas, en realidad: ruido, amontonamiento, fotos robadas, celulares voyeuristas. El chihuahense ama la privacidad, el amplio espacio, el silencio, pero sobre todo el cuerpo, el suyo y el ajeno. Gusta mostrarlo, exhibirlo y mirar también. Es mirón. Chihuahuense: dícese del habitué de esta playa puntaesteña, alejada de La Brava y La Mansa, de unos 500 metros de ancho y la única naturista (nudista) del Departamento de Maldonado.
Santiago, un argentino uruguayizado que orilla los cincuenta, pelo largo y con colita, ex bancario, afincado en el barrio Chihuahua, es uno de los tantos héroes anónimos que buscan darle “un lavado de cara al balneario para sacarle el estigma de oveja negra que arrastra desde hace añares. Los preconceptos de promiscuidad y perversión están siempre y provienen de mucha gente ignorante”, dice quien lleva treinta años viniendo a retozar a estas arenas.
Clarín lo contacto vía redes sociales y él se presenta como un voluntarioso que postea fotos, consignas respetuosas y todo lo que sea necesario para volver a poner a Chihuahua en el candelero y ahuyentar de una vez por todas a los fantasmas que la acechan. “El tema es que hay mucho hater que tiende a la demonización y lucho para combatir eso”. Por precaución, prefiere no mostrarse ni revelar su apellido.
Estamos en un auto dando una vuelta por el coqueto barrio Chihuahua y encaramos por la calle principal, Las Amarras, donde se empieza a respirar este otro aire. El anfitrión alecciona sobre “el avance de casas nuevas, algunas sustentables, la construcción de bungalows y mucho terreno en venta (y ya vendido). Durante todo el año viven 60 personas, en enero unas 3.000 y no hay alquiler disponible”.
También habla de una comisión de vecinos, aún en pañales, por eso agarró la lanza para purificar ese tufillo negativo y amenazante. ¿Qué diferencias hay entre nudismo y naturismo? “Chihuahua es una playa nudista donde se practica el naturismo, que es el respeto a la naturaleza y a la desnudez como una manera más real de conexión con lo natural”, desasna Santiago, que deja en claro que no tiene ningún objetivo comercial, ni fines de lucro en relación a su activismo.
El ingreso a la playa tiene un cartel convencional que anuncia el nombre del balneario y unos metros arenas adentro, la imagen de una pareja desnuda, de espaldas, que invita a acercarse. Es una suerte de bandera que anoticia sobre “el código de ética naturista”, que tiene un puñado de ítems: “Respetar la privacidad”, es el más común, pero sorprende una recomendación: “Se sugiere la práctica de la desnudez total en toda la playa”. Y también esta advertencia: “No realizar actos de carácter sexual en áreas públicas”. Y la que casi ningún advenedizo cumple: “Abstenerse de fotografiar o filmar a terceras personas sin su consentimiento”.
La playa Chihuahua está ubicada entre los balnearios familiares Tío Tom y Ocean Park. Quienes acampan cerca de la frontera con Tío Tom -dentro del territorio chihuahuense- son los novatos, “los que nunca se desnudaron en público y están haciendo sus primeras incursiones y miran un poco a ver qué hace el resto para ir animándose”. En la bajada principal, o sea en el medio, se encuentran “los hippies viejos que nos quedamos en pelotas apenas encaramos el caminito que nos lleva a la arena. Y más allá, cerca de Ocean Park, es el espacio que tienen los gays”.
Entre los nuevos habitantes del barrio de Chihuahua, irrumpió una ola de propietarios que no sólo no practica el naturismo sino que intenta desterrarlo. “Los forasteros devenidos propietarios recién llegan y quieren cambiar las reglas del juego que existen hace más de sesenta años… ¿De dónde salieron? -se indigna Santiago-. Entonces la única militancia que tenemos es hacer nudismo y cuanto más gente vestida hay en la playa, yo más me abro de patas. No es una provocación, es una defensa del derecho conseguido”, defiende su postura.
Se le consulta sobre el cartel de bienvenida que sugiere hacer nudismo. “Bueno, diste en la tecla… El nudismo se mantiene vigente si se lo practica, de lo contrario desaparecerá y Chihuahua será como cualquier otra playa de Punta del Este. Entonces pienso: si la costa uruguaya tiene unos 600 kilómetros de costa y playa, ¿no podemos conservar apenas 500 metros de área nudista sin que venga gente que quiera estar vestida? De alguna manera sentimos que vienen al zoológico a ver un culo”.
A unos metros, escucha y asiente Víctor Iturrioz, que hace diez años ofrece masajes en su chiringuito enclavado en la arena, a veinte metros de la orilla. “Soy quiromasajista, tengo dos títulos y estoy certificado para estar aquí. Es un trabajo serio, acá no hay nada raro. Yo trabajo en Málaga en el verano de España y vengo aquí a Chihuahua en temporada. Por suerte tengo mucho trabajo y los que practican naturismo y buscan la conexión con el cuerpo y la naturaleza son los que más se hacen masajes”, describe el uruguayo de 51 años.
Iturrioz compara las playas nudistas de Málaga y Punta del Este y no lo duda: “Bueno, aquí hay más pudor porque gobierna el prejuicio sobre el cuerpo, o que sólo la persona con cuerpo fitness puede mostrar sus curvas o abdominales. Allá en España es todo mucho más relajado, nadie está en pose, nadie que tenga un cuerpo menos agraciado se hace problemas, porque el naturismo pasa por otro lado. ¿Argentinos? Está lleno, cinco de cada diez personas que vienen a Chihuahua son argentinos”.
Vamos caminando y escuchamos el acento porteño de Daniel. No se oculta y confiesa que es un experto en materia nudismo. “Es un placer estar aquí, disfruto este ambiente y por supuesto el naturismo, hasta que a veces el clima se complica cuando aparecen ciertos intrusos que buscan romper esa armonía y se ponen pesados. ¿Cuál es la complicación? La misma que habría si yo me pongo en bolas en medio de Montoya (playa de La Barra). Esta playa tiene una temática y parte de la gente no la respeta y estorba con su mirada intimidatoria”, argumenta acompañado de su pareja docente que ruega no ser mencionada.
“A mí me gusta estar despojada y broncearme sin marcas. Realmente disfruto de esta libertad, la gente es muy libre y acá no hay ninguna Sol Pérez, hombres y mujeres se muestran, en general, con o sin prejuicios que yo los tengo, ojo… Mi hija no sabe nada, el otro día, antes de venir, algo le insinué y no le gustó en absoluto. No es para todo el mundo, está claro”, comenta la mujer que oculta su identidad. Interviene Daniel, su compañero. “La onda de esta playa es más chill, el otro día tuve que decirle a un pibe que vino con un parlante que bajara el volumen de la música, no daba escuchar cumbia aquí… Tampoco para jugar a la pelota o al tejo”.
“¿Por qué tiene mala reputación el naturismo? Bueno, yo no sé si es así, lo que sí creo es que la fórmula prejuicio más desconocimiento genera que se digan cosas sin fundamento. Yo lo vivo con naturalidad y entiendo que, quizás, ese prejuicio resida en cierto parentesco entre los naturistas y los swingers, diría que son primos. ¿Por qué? Me animaría a decir que la mayoría de los swingers son nudistas, pero no diría que la mayoría de los nudistas son swingers“, analiza Daniel, empresario que vive en Buenos Aires.
Se ríen Daniel y Santiago cuando conocidos suyos “escuchan la palabra Chihuahua y, por ignorancia, piensan en algo turbio, pecaminoso y relacionado con la promiscuidad. Todo lo contrario, esto, como podrás ver, está totalmente despojado y alejado de intenciones sexuales y a años luz de la promiscuidad… Es más, luchamos para hacerlo inclusivo y extensivo a la familia. De hecho vienen algunas parejas con sus hijos, que por lo general son europeos, y practican el naturismo y los chicos lo ven como algo rutinario”.
Daniel no tiene rollos con las desnudez, a la que ve con simpleza, en cambio sí le inquieta dar vuelta una pregunta. “Si se presume que el nudista es promiscuo y libertino, ¿cuánta gente pacata hay que no hace nudismo pero quizá sí sea promiscua, libertina y si vamos más lejos, por qué no pedófila?
Punta del Este. Enviado especial