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La inflación, la pérdida de poder adquisitivo de los salarios y la demanda de dólar aún alta explican esta tendencia.
Desde hace seis meses que el stock de los depósitos privados en pesos en los bancos no deja de caer. La incertidumbre electoral inaugurada en las PASO de agosto, la aceleración inflacionaria y la demanda dolarizadora hicieron su parte hasta diciembre y desde la llegada de Javier Milei a la Casa Rosada la dinámica cambió con la devaluación y las tasas, pero la sangría de los pesos en los bancos no cedió.
En enero, las colocaciones a plazo fijo representaron casi un 56% menos de lo que había en el primer mes de 2023. La fuga de los ahorristas de los bancos va acompañada de una caída de los depósitos totales. “Los depósitos cayeron un 2,9% mensual real en enero, implicando una contracción en términos anuales del 32,4% real. Hacia el interior, los depósitos a la vista crecieron un 4,6% mensual real, una baja de 8,3% anual real”, señalaron en LCG.
La dinámica actual de caída de los depósitos en pesos se enmarca en una política monetaria que busca limitar la emisión de pesos, absorber su excedente para sanear la hoja de balance del Banco Central y frenar la inflación. “La emisión neta sigue siendo alta, con $ 15 billones emitidos en casi 2 meses, pero se ha hecho un esfuerzo grande por reabsorber al menos $ 9 billones. Eso dejó una emisión neta de casi $ 6 billones que se esterilizó prácticamente en su totalidad”, explicaron en la administradora de fondos MegaQM.
La baja de tasas que impartió el Banco Central desalienta la colocación de plazos fijos tanto desde el punto de vista del depositante, que tiene que dejar “congelados” por 30 días sus pesos en los bancos para ganar un rendimiento que pierde ampliamente con la inflación mensual; como de las entidades financieras, que ya no tienen el incentivo de captar pesos para colocarlos en leliq.
En un momento en el que parece que en el mercado local “no hay lugar para esconderse” de la aceleración inflacionaria, los inversores y ahorristas migran sus posiciones para intentar no perder tanto su poder adquisitivo.”Esto ha cambiado la fisonomía del sistema financiero local, donde los depósitos a plazo fijo están perdiendo terreno a un alto ritmo y los Fondos Comunes de Inversión han ganado peso relativo“, indicaron en MegaQM.
A mediados del 2023, antes de que comience el período electoral en Argentina, los plazo fijo representaban el 52% del total de pesos en los bancos y ese nivel bajó hasta el 40% que ocupan en la actualidad. En paralelo, la industria de fondos comunes de inversión pasó de captar el 37% de los depósitos totales seis meses atrás al 60% por estos días.
Los argentinos priorizan la liquidez y los datos de la industria lo demuestran: el 60% de los fondos que manejan los FCI en Argentina se corresponden con fondos llamados de cash management, que incluye a los que dan rendimientos diarios (money market) y que fueron popularizados por las billeteras de inversión como Mercado Pago, y los fondos T+1, que otorgan rendimientos un día después de la colocación.
“Esto ha llevado a que la Industria de FCI sea el principal depositante para el sistema financiero con el 30,4% del total de depósitos en pesos (públicos más privados) y con el 45% de los depósitos a la vista”, aseguraron en MegaQM.
“Estas cifras denotan la búsqueda de los inversores por lograr un mayor rendimiento para sus tenencias de pesos, en especial para el tramo institucional o corporativo. Esto ha sobrecargado la demanda por los instrumentos a tasa más cortos, arbitrando e igualando rendimientos en los tramos cortos de las principales curvas, como la de tasa fija. CER, entre otras”, añadieron.
Para completar el cuadro no se puede dejar de considerar la caída de los salarios en términos reales: en diciembre perdieron 14 puntos respecto a la inflación, una baja que no veían desde la crisis de 2002. Por último, hay que sumar a la demanda dolarizadora que sigue latente: en lo que va del año el dólar financiero se apreció más de 26%. Si bien corre por detrás de la inflación, la suba muestra la necesidad de cobertura de un mercado que espera otra corrección devaluatoria de corto o mediano plazo.